NOVIEMBRE24

Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano.

Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano.

LA PALABRA DE DIOS

ECLESIASTES 5: 15

Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano.

1 TIMOTEO 6: 7

Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.

REFLEXIÓN

En los últimos seis años he perdido a mi madre y a mi hermano. Dos dolores muy grandes que me han obligado a reflexionar no solo en lo efímera que es la vida, sino en lo que queda después de su partida.

Desocupar un apartamento cuando una persona que amamos fallece es como clavarse un puñal, porque con cada silla, cada camisa, cada adorno, con sus objetos personales, se siente su presencia y se recuerdan mil detalles. La verdad, no sabe uno que hacer con las cosas que dejaron, no quiere nada, quizás algo pequeño, entrañable, que atesoraremos en su nombre. Termina la tarea con ayuda de personas que no tienen esos lazos con nuestros amados y se queda el apartamento vacío, sin personalidad. Ahí comienza el camino hacia la sanidad interior, porque se acepta su partida y se agradece al Señor que haya decidido llevárselos en ese momento y en esas circunstancias.

Pero, allí no  termina la reflexión. No sé cómo llegaron a este mundo, pero como dicen Eclesiastes y Timoteo,  se fueron sin nada material. Pareciera que todo lo que hicieron y consiguieron ya no interesa y que en realidad, en su partida se despojaron de ese cuerpo que los albergaba para ir a reunirse con el Señor y a ser felices para siempre. Para nosotros, hay una moraleja muy importante. Nada de lo material nos debe importar; total, nuestra permanencia es temporal y cuando nos toque el turno de partir, dejaremos los recuerdos de nuestra existencia y de algunas anécdotas. Lo más importante, sin embargo, es el futuro que nos espera allí con el Señor, felices disfrutando eternamente de su presencia y de su amor.

Amado Padre celestial, gracias por tu infinito amor. Gracias porque en medio del dolor, no podemos dejar de adorarte y agradecerte por las circunstancias que rodean nuestra existencia. Sentimos mucha tristeza, pero también paz, porque estamos seguros de que si te llevas a alguno de nuestros seres queridos es porque es lo mejor que les podía ocurrir. Gracias por tu cuidado y protección. Te adoramos y oramos en el nombre de Jesús, amén.