ABRIL 10
DANIEL 6:10-11
10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.
11 Entonces se juntaron aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios.
Dario, rey de Babilonia decidió nombrar gobernadores que estuvieran sobre los 120 sátrapas que gobernaban en el reino, y entre ellos, nombró a Daniel quien tenía más poder que los demás, porque el rey quería ponerlo sobre todo el reino.
Daniel era un varón de Dios que procuraba seguirlo y ser agradable a sus ojos y por eso el Señor siempre lo había protegido. Resulta que los demás sátrapas y gobernadores estaban envidiosos de Daniel y buscaban deshacerse de él. Depués de maquinar la forma de acabarlo, sin que el rey pudiera hacer nada para protegerlo, decidieron presentarse ante Darío y proponerle que firmara un edicto al que no podría negarse.
Efectivamente, obligaron al rey a promulgar un edicto real, para que cualquiera que en el espacio de treinta días invocara a cualquier dios diferente a Darío fuera echado en el foso de los leones.
Daniel confiaba completamente en Dios y públicamente lo declaraba, de manera que cuando supo del edicto, dice la palabra; "Entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes".
Había "caido en la trampa". Todos aquellos que querían su muerte, fueron a su casa y, por supuesto, lo encontraron orando y rogando en presencia de su Dios. Corrieron con él a donde Darío y lo obligaron a que cumpliera lo ordenado en el edicto. Daniel fue echado al foso de los leones y allí Dios se glorificó en su debilidad. Los leones no le hicieron ni un rasguño y cuando el rey fue a ver qué había pasado, lo encontró vivo y ordenó que todo su reino declarara que su Dios era el Dios de Daniel.
Muchas veces hemos sido confrontados acerca de nuestra fe, seguramente de forma indirecta y la pregunta que surge es: ¿tenemos la fuerza interior para declarar que somos creyentes, que nuestro Señor y nuestro salvador es el Señor Jesús, el hijo unigénito de Dios, o por el contrario nos sentimos incómodos y más bien soslayamos esa declaración?
Dios conoce nuestras debilidades, nuestras necesidades y nuestras carencias. Él conoce nuestros corazones y sabe que en su fortaleza nos podemos refugiar y suplicarle acerca de nuestra necesidad de fe y de fuerza para proclamarlo a los cuatro vientos.
Porque ¿Qué nos puede pasar? Probablemente que nos identifiquen con el Señor y esperen que seamos personas diferentes porque estamos cobijados bajo sus alas. Como en el caso de Daniel, podemos esperar que nos libre de esos, que por causa de su nombre, nos quieran dañar. Sin embargo, debemos recordar que Dios tiene un plan perfecto para cada uno de nosotros y que el resultado aparente puede no ser el que esperamos. Por ello, cuando pensamos que no podemos enfermarnos, que las plagas no nos tocarán, podemos sentirnos un poco decepcionados si nos ocurren situaciones adversas. Recordemos que en ellas se glorifica nuestro amado Padre y que, en el peor de los escenarios para este mundo, si nos gana la batalla la enfermedad o perdemos dinero o el trabajo, si aparentemente nos dejó abandonados, eso no es real, porque ese plan perfecto es realmente perfecto y en su debido momento nos daremos cuenta de las razones por las cuales no ocurrieron las cosas como esperábamos.
Si reflexionamos un poco, con seguridad recordamos esos resultados que nunca esperábamos y que obedecieron al plan de Dios y por ello, alineemos nuestras peticiones a su voluntad. No le pidamos que haga lo que queremos, cuando queremos y cómo queremos. Simplemente lleguemos a su presencia y manifestémole nuestros deseos, nuestras necesidaes y sometámoslos a su voluntad, démosle gracias y esperemos en Él.
Amado Padre, queremos como Daniel estar siempre firmes en nuestra fe en ti, sin importar las posibles consecuencias de declarar a los cuatro vientos que somos tuyos. Tu conoces nuestros corazones y sabes de nuestras debilidades. Por favor, moldéanos para ser cada día más agradables a ti. Por favor, revélanos la mejor forma de pedirte, para estar siempre de acuerdo con tu voluntad. Te adoramos y damos gracias desde ya en el nombre de tu hijo Jesús, amén.