ROMANOS 12:17-21
17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Una de las mas duras batallas que tenemos que librar en nuestro trasegar en los caminos del Señor es el perdón. No hablo de la capacidad de decir te perdono, porque aunque sea difícil, no lo es tanto, como el hecho de vivirlo. Le pedimos a nuestro Padre que, como dice en su palabra tire nuestros pecados al fondo del mar y nunca más se acuerde de ellos. Hablo de nuestros pecados. Dios, el creador del universo tira nuestros pecdos al fondo del mar y nunca más los recuerda. ¿Y yo, tiro las ofensas que me hacen al fondo del mar y las olvido?
Guardamos en nuestro corazón algunas cosas que nos hacen daño y periódicamente las recordamos y rumiamos nuestros rencores o nuestra conmiseración. Nos revictimizamos y nos recreamos en lo mal que se portaron con nosotros, nosotros tan buenos. Lo que nos dice el Señor Jesús es exactamente lo contrario. A quien nos ha hecho mal, tenemos que pagarle con bien. Es duro pero no imposible. Se los garantizo. La característica diferenciadora de los creyentes es precisamente esa. Lo que tenemos que buscar en cuanto sea posible es la paz con todos, poder caminar por la calle y saludar a todos los conocidos con tranquilidad.
Por ello, sin importar si las personas que nos rodean son amigos o enemigos, sirvámoslos sin distingos, porque no nos corresponde ser de otra manera. Debemos reflejar el amor de Cristo en nuestras vidas. Nuestra mirada tiene que estar centrada en Él. De ahí en adelante, no nos corresponde pensar ni hacer nada, porque de Dios es la potestad sobre todas las personas.
Muy seguramente si logramos perdonar de corazón, si los recuerdos no nos atormentan y cuando los recordamos no generan en nosotros amargura ni rencor, veremos con complacencia cómo nuestros enemigos nos respetan y consideran, porque no encuentran en nosotros una actitud de pelea sino de respeto y consideración.
Amado Padre celestial queremos darte muchas gracias por esta enseñanza que nos has dado con respecto al perdón y a la repuesta frente al enemigo. Queremos ser como Tú y reflejar tu amor. Aunque aparentemente nos tilden de tontos, estamos seguros de que te complaces con nosotros por obedecerte y ponerte en primer lugar. Te pedimos Señor que nos ayudes en esta difícil tarea de pagar el mal con bien en todos los momentos de nuestra vida, en el nombre de Jesús, amén.