DANIEL 6:7-23
7 Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real y lo confirmes, que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones.
8 Ahora, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada.
9 Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición.
10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.
11 Entonces se juntaron aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios.
12 Fueron luego ante el rey y le hablaron del edicto real: ¿No has confirmado edicto que cualquiera que en el espacio de treinta días pida a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones? Respondió el rey diciendo: Verdad es, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada.
13 Entonces respondieron y dijeron delante del rey: Daniel, que es de los hijos de los cautivos de Judá, no te respeta a ti, oh rey, ni acata el edicto que confirmaste, sino que tres veces al día hace su petición.
14 Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera, y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del sol trabajó para librarle.
15 Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron: Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado.
16 Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre.
17 Y fue traída una piedra y puesta sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase.
18 Luego el rey se fue a su palacio, y se acostó ayuno; ni instrumentos de música fueron traídos delante de él, y se le fue el sueño.
19 El rey, pues, se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones.
20 Y acercándose al foso llamó a voces a Daniel con voz triste, y le dijo: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones?
21 Entonces Daniel respondió al rey: Oh rey, vive para siempre.
22 Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo.
23 Entonces se alegró el rey en gran manera a causa de él, y mandó sacar a Daniel del foso; y fue Daniel sacado del foso, y ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios.
Cuenta Daniel que siendo Darío rey de Persia, pensó dividir el reino en lo que podrían llamarse estados o departamentos y poner ciento veinte sátrapas, (gobernadores), uno en cada uno de ellos. Hasta ahí todo iba bien. Sin embargo, el asunto es que Darío decidió que Daniel, que hacía parte de los ciento veinte, iba a estar por encima de los demás, generando la envidia de los otros, quienes empezaron a pensar cómo hacían para acabar con él.
Nos suena familiar este asunto. "Normalmente" entre comillas, eso es lo que ocurre en la vida diaria. Cuando alguien se destaca en medio de sus compañeros o colegas, es muy común que sus "amigos", nuevamente comillas, comiencen a buscar la manera de socabar su imagen ante los jefes.
Continuemos. Después de buscar mucho y no encontrar nada malo con que pudieran dañar su imagen ante el rey decidieron que lo único que podrían hacer era atacarlo por el lado de su fe, así que se fueron a donde el rey y adulándolo lo metieron en una sin salida que acabaría seguramente con Daniel.
También es más común de lo que uno quisiera, que entre todos, urdan un plan para quitarse de encima al estorbo que les impide brillar, tal como le pasó a Daniel. Todos sus colegas se fueron en bloque donde el rey y le dijeron: (versículo 7): "Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real y lo confirmes, que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones". El rey se debió sentir muy halagado y por ello se le nubló su capacidad de raciocinio, porque normalmente, un rey debería pensar: ¿por qué estarán haciendo esto?
Bueno, el asunto es que seguidamente le dijeron: "Ahora, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada". (Verso 8). Y adivinen qué pasó: Pues el rey firmó.
Podemos suponer que cuando Daniel supo lo que había ocurrido, debió sentir gran desazón, porque era confrontarlo con su fe, era ponerlo en una situación de riesgo no solo con respecto al rey sino que su vida estaba involucrada. Sin embargo, pudo más su fe y su amor a Dios y abiertamente retó la orden del rey, abriendo las ventanas de su casa y orando tres veces al día delante de todo el reino.
Eso que le ocurrió a Daniel, nos ocurre muchas veces en nuestro diario vivir, cuando por diferentes motivos nos avergüenza o produce temor declarar que tenemos un Padre, y más bien en silencio pedimos perdón a Dios y aparentamos estar de acuerdo con los que lo miran como algo secundario o irreal.
La suerte estaba echada y por supuesto sus colegas los sátrapas, príncipes, etc, vinieron a cogerlo en flagrancia y así poder acusarlo con el rey. Allá fueron y con argucias pusieron al rey contra la pared y no le dejaron opción diferente a condenar a Daniel.
Los reyes y personas con autoridad, no siempre pueden tomar las decisiones que les manda su corazón sino que están rodeados de cortes que los presionan y manipulan para que actúen de determinadas maneras, según sus conveniencias, sus odios, sus argucias y ese es el porqué de algunas decisiones que a todas luces son inadecuadas. Así le pasó a Darío y a pesar de que en su interior resolvió librar a Daniel, le fue imposible.
Daniel fue llevado ante el rey y podemos imaginar lo que con la mirada le diría Darío, pero nada podía hacer, así que fue echado al foso de los leones y puesto el sello real en la puerta para que nadie lo pudiera sacar. La muerte era inexorable. Lo único que se le ocurrió a Darío fue desearle con todas las fuerzas de su corazón que su Dios, el Dios de Daniel, lo salvara.
Seguramente, las personas con autoridad tendrán muchas situaciones de esta índole y sentirán la tristeza que les ocasiona el no poder actuar conforme a sus sentimientos, debido a las presiones que los obligan a ceder favoreciendo a personas que los manipulan.
Bueno, el rey pasó la peor de sus noches y madrugó al foso con la secreta esperanza de que Daniel estuviera vivo. Por ello, lo llamó con angustia y tristeza. La secreta esperanza se hizo realidad. Daniel le contestó confirmándole que Dios, el Dios de Israel, había cerrado las fauces de los leones y lo habia salvado.
Este final de la historia es el que todos quisiéramos para nuestras vidas. El rey se postró, dice más adelante, y adoró a Dios, en medio de una gran emoción y con el alivio que le permitiría vivir tranquilo; y Daniel gozoso seguramente sentía el respaldo de Dios ante las circunstancias que le había tocado vivir.
Ese también es el resultado que debemos esperar en nuestra vidas cuando confiamos en Él. No importan las circunstancias. Dios aunque no lo parezca, está ahí acompañándonos y trabajando para nosotros. Él nos ama. Él nos libra, Él pone y quita reyes, Él sana y salva, Él es el dueño del poder. En Él podemos descansar.
Amado Padre, qué emocionante pasaje. La verdad, nos conmueve hasta las lágrimas sentir tu amor y recabar en la historia de Daniel. Queremos oh Señor que como él, tengamos la fuerza para proclamar tu nombre en todo lugar y bajo todas las circunstancias. Nada nos puede tocar porque Tú Señor nos tienes en el hueco de tu mano. Te adoramos Señor. Amén.