ABRIL 1

Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos.

Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos.

LA PALABRA DE DIOS

LUCAS 22: 63-65

63 Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;

64 y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?

65 Y decían otras muchas cosas injuriándole.

REFLEXIÓN

Nuestro intelecto no tiene la capacidad de entender cómo el Señor Jesús se sometió a tan terrible sufrimiento, cómo su Padre, nuestro Dios, la personificación del amor, entregó a su hijo para que muriera por nuestros pecados de la forma mas ignominiosa que existía en ese tiempo y creo que hasta ahora lo es. No debemos detenernos en eso porque nunca lo entenderemos con nuestra razón. El Señor revela a cada uno la verdad de una manera que no puede explicarse pero si con la convicción de que se acepta y entiende. Por eso, cuando leemos su palabra, solo debemos tener admiración, adoración y agradecimiento porque por esa terrible muerte podemos llamarnos hijos de Dios. 

Han pasado más de 2000 años y cada día hay más personas que han sido tocadas por Él, le han entregado su corazón y lo han aceptado como Señor y Salvador. Nadie fuera de Jesús puede haber tenido tal aceptación, nadie fuera de Él tiene tantos seguidores que lo han declarado el Señor de sus vidas. Jesús es un hecho histórico que nadie puede rebatir y más allá es el hijo de Dios, que nos permite acercarnos al trono de la gracia sin necesidad de intermediarios, porque sabemos que sólo hay uno entre Dios y los hombres que es Nuestro Señor Jesucristo.

En estos días se recordó su sacrificio en la cruz en muchos países y tal como dice la palabra, se recrearon todos los oprobios a que fue sometido: golpeado, escupido, vituperado, azotado. Nuestro corazón se arruga cuando vemos las películas que lo representan. Sin embargo, ese no es el final de la historia. Jesús tal como lo dice la palabra resucitó al tercer día y fue a sentarse a la derecha del Padre. Si no hubiera ocurrido eso, vana sería nuestra fe.

Amado Señor Jesús, queremos darte muchas gracias, infinitas gracias porque con ese terrible sacrificio a que te sometiste pagaste por nuestros pecados. Gracias porque nos has traído la vida eterna y porque nos has allanado el camino al Padre. Gracias Señor porque nos enseñaste a orar y nos diste la certeza de que eres un verdadero mediador entre el Padre y nosotros. Por favor Señor, tennos paciencia y tolera nuestros pecados. Nos arrepentimos todos los días y volvemos a caer, pero sabemos que tu misericordia es para siempre. Te adoramos Señor. Amén