SAMUEL 18:1-4
1 Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo.
2 Y Saúl le tomó aquel día, y no le dejó volver a casa de su padre.
3 E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo.
4 Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte.
PROVERBIOS 17:17
En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia.
JUAN 15: 13, 15
13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
La amistad es un don muy preciado. Dicen que el que encuentra un amigo encuentra un tesoro, un refugio. Encontrar un amigo, no tiene precio porque siempre estará de nuestro lado, acompañándonos en las buenas y en las malas, gozándose o sufriendo por lo que nos ocurre. Samuel nos narró cómo Jonatán el hijo de Saúl, en aras de la amistad incluso se quitó el manto y le dio sus armas a David su amigo, lo defendió y ayudó cuando su padre lo quería matar.
¿Cúando nos ama un amigo? Proverbios nos enseña que "En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia". Por ello, es tan difícil encontrar un verdadero amigo, que nos acompañe, aconseje, nos exhorte, llore y ría con nostros y esté dispuesto a respaldarnos siempre que sea necesario. Si, encontrar un amigo es encontrar un tesoro.
Afortunadamente, nosotros tenemos el mejor amigo, el que nos dio el Señor nuestro Dios en un acto infinito de amor. El Señor Jesús, quien pagó nuestra libertad con precio de sangre demostró que tal como nos dice Juan, "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos".
En Él se reúnen todas esas características de la verdadera amistad. No nos recrimina, nos acepta como somos, murió y por su muerte todos nuestros pecados fueron perdonados, nos acompaña, y cuando partió al cielo dejó al Espíritu santo como nuestro consolador y por ello dejó en nuestros corazones esas maravillosas promesas en su palabra: "Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer".
Amado Padre celestial, qué maravilloso regalo nos has dado al enseñarnos cómo se comporta un verdadero amigo. Por favor permítenos no solo pensar en cómo debe ser un amigo, sino en cómo debemos ser nosotros en el tema de la amistad. Por ello Señor te pedimos en el nombre de tu Hijo Jesús que nos impelas a actuar contigo, como con un amigo, porque tu nos diste el honor de serlo. Te adoramos en el nombre de Jesús, amén.