Al Señor cantaré mientras yo viva
SALMOS 104:33
Al Señor cantaré mientras yo viva; cantaré alabanzas a mi Dios mientras yo exista.
En tiempos del rey David, cantar al Señor no era un acto reservado únicamente para el templo; era una expresión diaria de dependencia, gratitud y asombro ante la grandeza de Dios. Los salmos eran canciones del alma que acompañaban las batallas, los desiertos y las victorias. David, quien enfrentó gigantes, persecuciones y traiciones, decidió que su alabanza no dependería de las circunstancias, sino de la presencia fiel de Dios. En este contexto, decir “Cantaré alabanzas a mi Dios mientras yo exista”era más que una poesía; era una declaración de fidelidad inquebrantable.
Hoy, también nosotros atravesamos días buenos y otros llenos de incertidumbre, dolor o silencio. Sin embargo, al igual que David, tenemos el privilegio de decidir qué melodía resonará en nuestro interior. Elegir alabanza en medio del sufrimiento es un acto de fe profunda. No se trata de ignorar el dolor, sino de proclamar que hay un Dios por encima de todo, digno de recibir nuestra adoración incluso cuando no entendemos el camino. Cantar mientras vivimos es reconocer que mientras tengamos aliento, tenemos propósito.
Tal vez no todos los días podamos cantar con alegría, pero todos los días podemos cantar con esperanza. Cada suspiro es una oportunidad de decirle al Señor: “Aquí estoy, y mientras exista, te exaltaré”. Nuestra voz, débil o fuerte, se une al coro eterno de los redimidos. Que nuestras palabras no dependan de lo que sentimos, sino de quién es Él. Porque si Dios sigue siendo Dios —bueno, soberano, fiel— entonces nosotros seguiremos cantando, mientras vivamos.
Señor amado, gracias por darme aliento cada mañana. Aunque a veces mis días estén nublados y mi corazón cansado, hoy decido cantarte mientras viva. Que mi alabanza sea sincera, aun cuando mis fuerzas no lo sean. Enséñame a adorarte en todo tiempo, como lo hizo David. Que mi existencia entera sea un cántico para Ti. En el nombre de Jesús, amén.