También Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió y descendió el Espíritu Santo sobre Él.
LUCAS 3: 21 - 22
21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
El bautismo de Jesús y los elementos que lo rodean tienen profundas conexiones con nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios. En primer lugar, obervemos que desde el comienzo de su vida pública, Jesús, aunque no tenía pecado, decidió bautizarse para cumplir con la justicia divina, con humildad y sometido a la voluntad de Dios. Nada menos debemos hacer nosotros: Aceptar la voluntad de Dios en nuestras decisiones, confiando en que Él tiene un propósito más grande. y ser humildes al reconocer nuestras necesidades espirituales y buscar el perdón y su guía.
En segundo lugar, cuando el Padre dice: “Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia”, nos recuerda que, por medio de Jesús, también nosotros somos adoptados como hijos de Dios. Esto nos da la aboluta certeza de su amor, sin importar nuestras fallas y la confianza en nuestra identidad espiritual, no definida por el mundo, sino por nuestra relación con Él.
En tercer lugar, así como el Espíritu Santo descendió sobre Jesús, Él también nos acompaña cuando le entregamos nuestra vida. Desde ese momento, nos respalda para enfrentar desafíos con fuerza y sabiduría y para ser guiados en nuestras decisiones.
El bautismo de Jesús marcó el inicio de su ministerio público, recordándonos que nuestra vida también tiene propósito. Servir a los demás, reflejar el amor de Dios y ser instrumentos para llevar esperanza, sanidad y restauración en el mundo. Nos invita a vivir con humildad, a recordar que somos amados por Dios, a depender del Espíritu Santo, y a cumplir con valentía la misión que Él nos ha dado.
Amado Padre celestial, hoy venimos ante Ti con el corazón lleno de gratitud y humildad. Gracias porque, a través del ejemplo de Jesús, nos has mostrado el camino de obediencia, entrega y comunión contigo. Padre, así como en el bautismo de Jesús declaraste tu amor y complacencia, ayúdanos a recordar que somos tus hijos, amados y aceptados por Ti. Que nuestra identidad esté siempre enraizada en Tu amor y no en las expectativas del mundo.
Espíritu Santo, desciende sobre nuestra vida como lo hiciste con Jesús. Llena nuestro corazón, guíanos en cada paso y capacítanos para vivir conforme a Tu voluntad. Que Tu presencia nos dé fuerza en los momentos de dificultad, sabiduría en las decisiones, y paz en medio de las tormentas.
Señor, abre los cielos sobre nuestra vida. Que en la oración podamos escuchar Tu voz, sentir Tu amor, y recibir la dirección que necesitamos. Ayúdanos a vivir una vida que refleje Tu gracia y a cumplir con el propósito que has diseñado para cada uno de nosotros.
Te entregamos este momento de nuestra vida, con todas sus transiciones, dudas y oportunidades. Confiamos en que estás con nosotros, sosteniéndonos con tu diestra de justicia, y que, como Jesús, podemos caminar en obediencia y fe. En el nombre de Jesús,
amén.