MARZO 31

LA PALABRA DE DIOS

Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió.

JUAN 7: 28-29


28 Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis.


29 Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió.

REFLEXIÓN

En medio de una de las fiestas más importantes del calendario judío —la Fiesta de los Tabernáculos— Jesús se levanta en el templo y alza la voz. No se esconde, no susurra, no se camufla entre la multitud: proclama con firmeza quién es y de dónde viene. En un contexto donde la identidad del Mesías era motivo de confusión, de expectativa y hasta de rechazo, estas palabras retumban como un eco eterno: “Yo le conozco, porque de Él procedo, y Él me envió”. Jesús no solo revelaba su origen divino, sino que reafirmaba su propósito en la tierra.


Hoy también vivimos en medio de un mundo lleno de voces, de dudas, de confusión sobre quién es Jesús. Muchos conocen su nombre, pero no le conocen a Él. Podemos saber de dónde vino, leer sobre su vida, incluso estudiar su historia, pero eso no garantiza una relación con el que fue enviado. Jesús no vino por cuenta propia, sino con una misión del Padre: traer salvación, restaurar lo perdido y mostrarnos el rostro verdadero de Dios. Y esa verdad sigue siendo el ancla firme para quienes lo recibimos.


Al igual que Jesús, cada uno de nosotros tiene un propósito que nace en el corazón de Dios. No vinimos a este mundo por azar. Procedemos de un Creador que nos conoce, nos llama y nos envía. Reconocer nuestro origen en Él nos da identidad, y entender que somos enviados nos da dirección. Que este día recordemos que, si Jesús no se escondió para declarar su llamado, tampoco debemos ocultar nosotros la luz que nos ha sido confiada.


Señor amado, gracias por enviar a Jesús para revelarte a nosotros. Gracias porque en medio del ruido y la confusión, Tu voz sigue hablándonos con claridad. Ayúdame a conocerte más profundamente, no solo de oídas, sino con el corazón. Recuérdame que procedo de Ti y que tengo un propósito en esta vida. Que no me avergüence de proclamar lo que soy en Ti, y que viva cada día con la certeza de que fui enviado con una misión. En el nombre de Jesús, amén.