ABRIL 1

LA PALABRA DE DIOS

Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.

JUAN 5: 5-9


5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.


6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?


7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.


8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.


9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo.

REFLEXIÓN

En el estanque de Betesda, en medio de una multitud de enfermos que esperaban un milagro, Jesús fijó su mirada en un hombre que llevaba treinta y ocho años postrado. En una época en que las enfermedades eran vistas como castigos divinos y los enfermos eran marginados, este hombre no solo cargaba con su dolencia física, sino también con el peso del abandono y la esperanza marchita. Jesús no solo vio su cuerpo debilitado, sino su alma cansada. Le hizo una pregunta directa y profunda: ¿Quieres ser sano? No fue una pregunta retórica, sino una invitación a recuperar el deseo de vivir.


La respuesta del enfermo refleja lo que muchas veces también sentimos: “No tengo quien me ayude”. Vivimos rodeados de personas, pero a veces nos sentimos solos, incapaces de alcanzar el “agua” que creemos que nos sanará. El hombre había limitado su esperanza al movimiento del estanque, sin saber que frente a él estaba la fuente misma de la vida. Así también nosotros, podemos quedar atrapados en la rutina del dolor, esperando soluciones externas, sin darnos cuenta de que Jesús está frente a nosotros, preguntándonos si deseamos un cambio real, profundo, total.


Jesús no lo llevó al agua, lo levantó. Le devolvió la dignidad y la movilidad con una palabra. Hoy, esa misma palabra resuena para ti: Levántate, toma tu lecho y anda. No necesitas esperar que las circunstancias cambien. No estás solo. No necesitas que alguien más te arrastre. Jesús te ve, te conoce y te ofrece sanidad integral. Solo necesitas creerle y dar ese paso, por pequeño que sea. Tal vez el lecho que llevas es símbolo del pasado, pero cargarlo mientras caminas es testimonio de que ya no te domina. Hoy es un buen día para levantarte.


Señor Jesús, gracias porque me ves incluso cuando me siento invisible. Gracias porque conoces mis años de lucha, mi cansancio y mis frustraciones. Hoy escucho tu voz que me llama a levantarme. Sana mis heridas, restaura mi fe, y dame el valor para cargar con lo que un día me ató, como testimonio de tu poder en mí. Que ya no espere en soluciones pasajeras, sino que confíe en Ti, la fuente viva de mi sanidad. Amén.

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