ENERO 5

LA PALABRA DE DIOS

Mi socorro viene de Dios, que hizo los cielos y la tierra

SALMOS 121


1 Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? 


2Mi socorro viene de Dios, que hizo los cielos y la tierra.


3 No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. 


4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel.


5 Dios es tu guardador; el Señor es tu sombra a tu mano derecha.


6 El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche.


7 Dios te guardará de todo mal; Él guardará tu alma.


8 El Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre.

REFLEXIÓN

En los momentos de mayor incertidumbre y fragilidad, cuando nuestras fuerzas parecen insuficientes, encontramos consuelo en el amor inagotable de Dios. Él es quien, con ternura y paciencia, nos recuerda que somos su creación, amados profundamente y sostenidos por su mano poderosa. Su amor no está condicionado por nuestras fallas o limitaciones; es un amor eterno, inquebrantable, que se extiende desde antes de nuestro nacimiento y permanece firme en cada paso de nuestro camino. Este amor no busca ser ganado, porque ya nos ha sido dado en abundancia, como un regalo perfecto que jamás se agota.


La misericordia de Dios es el reflejo más sublime de su amor. A pesar de nuestras imperfecciones, Él nos mira con compasión y gracia, renovando cada día su disposición para perdonarnos y darnos nuevas oportunidades. Su misericordia no solo borra nuestros pecados, sino que también nos transforma, nos moldea para vivir conforme a su voluntad. En su misericordia encontramos esperanza, porque sabemos que no somos definidos por nuestras caídas, sino por su gracia que nos levanta y nos guía hacia un propósito mayor.


Recordar que “El Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” nos llena de paz, porque sabemos que Su amor y misericordia son constantes y fieles. No importa cuán oscuro parezca el camino, Él promete ser nuestra luz y nuestro refugio. En este amor infinito y misericordioso encontramos fuerza para enfrentar los desafíos y descanso para nuestras almas. Es un llamado a confiar plenamente en aquel que nos guarda y nos cuida, porque su amor es más grande que cualquier circunstancia, y su misericordia, más alta que los cielos.


Amado Padre Celestial, hoy nos acercamos a Ti con un corazón lleno de gratitud y reverencia, reconociendo tu amor infinito y tu misericordia que nos sostienen cada día. Gracias porque, en medio de nuestras debilidades, siempre encontramos en Ti fortaleza, consuelo y una paz que sobrepasa todo entendimiento. Eres nuestro refugio en los momentos de incertidumbre y nuestra guía en los caminos que no comprendemos. Qué grande es Tu fidelidad, Señor, que nunca nos dejas ni nos desamparas.


Te pedimos, Padre amoroso, que continúes guardando nuestra vida bajo la sombra de tus alas. Sustenta nuestros pasos para que no tropecemos y llena nuestro corazón de confianza en tu perfecta voluntad. Ayúdanos a recordar, en todo momento, que nuestro socorro viene de Ti, el creador de los cielos y la tierra. Renueva en nosotros un espíritu firme y fortalécenos con Tu paz, esa que sólo Tú puedes dar.


Gracias, Señor, porque sé que estás con nosotros en cada instante de nuestra vida. Confiamos plenamente en Tus promesas y en Tu cuidado eterno. Te entregamos nuestros planes, nuestros temores y sueños, sabiendo que Tú tienes lo mejor para nosotros. Permítenos caminar cada día en Tu amor y compartir con otros la luz y la esperanza que solo Tú puedes ofrecer. En el nombre de Jesús, amén.

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