ABRIL 22

LA PALABRA DE DIOS

De repente Jesús les salió al encuentro

MATEO 28:9-10


9 De repente Jesús les salió al encuentro, diciendo:«¡Saludos!».Y ellas, acercándose, abrazaron Sus pies y lo adoraron.


10 Entonces Jesús les dijo*:«No teman.

REFLEXIÓN

En la madrugada de la resurrección, dos mujeres valientes, María Magdalena y la otra María, se dirigían al sepulcro con el corazón roto y el alma confundida. El Maestro había muerto, y con Él parecían haberse desvanecido también la esperanza y la promesa. Pero justo en ese amanecer oscuro, Jesús se les aparece con un saludo simple y poderoso: “¡Saludos!” (Mateo 28:9). No hubo reproche, no hubo juicio, solo la ternura de un Salvador que vence a la muerte para abrazar a quienes le buscan con sinceridad. Históricamente, que Jesús se revelara primero a mujeres fue un acto revolucionario en una cultura donde su testimonio era considerado inferior. Pero para Dios, lo pequeño es grande, lo invisible es valioso, y lo quebrantado es digno de redención.


Ese encuentro con Jesús no solo transformó el día de las mujeres, sino el destino de la humanidad. Al abrazar sus pies, ellas reconocieron que la vida había triunfado sobre la muerte y que el amor había vencido al temor. La orden del Señor fue clara y reconfortante: “No teman”. Él sabía que habría incertidumbre, oposición, y dudas en el camino, pero su presencia viva sería suficiente. Hoy, también nosotros podemos acercarnos a Jesús, incluso cuando todo parece perdido. Porque cuando nos postramos ante Él con el corazón en las manos, descubrimos que no estamos solos: el Resucitado camina con nosotros.


La invitación de Jesús sigue vigente. Nos llama a mirar más allá del sepulcro, a dejar atrás las sombras del pasado, y a caminar con gozo hacia la vida nueva que Él nos ofrece. En tiempos de desesperanza, su saludo sigue resonando en lo profundo del alma: “¡Saludos! No temas”. No importa cuán rotos lleguemos, ni cuán confusos estemos, hay un Cristo vivo que extiende sus brazos para levantarnos. Como aquellas mujeres, que nuestra reacción sea abrazar Sus pies y adorarle, pues en Su resurrección, también nosotros hemos resucitado.


Señor Jesús, en medio de mis temores y dudas, ven a mi encuentro como lo hiciste con aquellas mujeres en el jardín. Ayúdame a reconocer Tu voz, a abrazar Tu presencia y a postrarme con humildad ante Ti. Gracias por vencer la muerte para darme vida. Que nunca olvide que no estoy solo, porque Tú has prometido estar conmigo hasta el fin del mundo. Amén.