Este Jesús es la piedra desechada por ustedes los constructores, pero que ha venido a ser la piedra angular.
HECHOS 4:11-12
11 Este Jesús es la piedra desechada por ustedes los constructores, pero que ha venido a ser la piedra angular.
12 En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.
En la época en que Pedro pronunció estas palabras (Hechos 4:11-12), los líderes religiosos de Jerusalén edificaban su fe sobre tradiciones humanas y estructuras de poder, rechazando a Jesús como el Mesías prometido. Ellos, los “constructores” de la vida espiritual del pueblo, no reconocieron la verdadera Piedra que Dios había colocado como fundamento. Sin embargo, a pesar del rechazo humano, Dios exaltó a Jesús como la piedra angular, la base indispensable sobre la cual se edifica una vida que no será conmovida. Así, el contexto histórico nos recuerda que aún hoy podemos equivocarnos en qué o quién construimos nuestra vida si no elegimos a Jesús.
En nuestros días, también somos tentados a edificar sobre logros personales, posesiones, relaciones o ideologías pasajeras. Cuando llega la prueba, esas bases se resquebrajan, y el vacío se hace evidente. Pero la Escritura afirma con fuerza y ternura que solo en Jesús hay salvación, y que no existe otro nombre bajo el cielo capaz de sostener, restaurar y dar vida eterna. Este mensaje no es un eco lejano de un tiempo antiguo: es una verdad viva que nos invita a revisar nuestros propios cimientos y a decidir conscientemente sobre qué Piedra queremos construir nuestra historia.
Hoy es el día para acercarnos a Jesús, la Piedra Angular que fue desechada, pero que Dios ha hecho la más preciosa de todas. No importa cuán quebrantados o rechazados nos hayamos sentido, Él nos recibe y nos convierte en parte de su edificio glorioso. Aceptarlo como fundamento es abrazar una esperanza inquebrantable y un propósito eterno. La pregunta para cada uno de nosotros es simple y profunda: ¿sobre qué estás edificando tu vida?
Señor Jesús, tú eres la Piedra que el mundo desechó, pero que Dios ha levantado como fundamento eterno. Hoy reconozco que en ti está la única salvación y la única esperanza segura. Perdóname por las veces que he construido mi vida sobre arena, confiando en cosas que no pueden sostenerme. Hoy te recibo como mi fundamento, mi roca firme. Enséñame a caminar cada día confiando en tu nombre, edificando mi vida en tu amor y tu verdad. Amén.