Yo soy el camino, y la verdad, y la vida
JUAN 14: 5-7
5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
En aquel momento íntimo y tenso antes de su pasión, Jesús hablaba con sus discípulos sobre su partida, una verdad difícil de aceptar para ellos. Tomás, con la honestidad que muchas veces nos caracteriza en nuestra fe, expresó su desconcierto: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” La pregunta de Tomás refleja la incertidumbre de un grupo de hombres que habían dejado todo para seguir a Jesús y ahora se enfrentaban a la aparente pérdida de su maestro. El contexto histórico era oscuro, cargado de tensión política y religiosa, y los discípulos temían por el futuro. Es en medio de esa duda que Jesús pronuncia una de las declaraciones más poderosas del Evangelio: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”.
Hoy no es tan distinto. Caminamos entre decisiones difíciles, enfermedades, pérdidas, ansiedad por el porvenir, y muchas veces, como Tomás, sentimos que no sabemos hacia dónde vamos. En esos momentos, Jesús no nos entrega un mapa ni una fórmula, sino a Él mismo. No es solo el guía, Él es el camino. No es solo alguien que nos dice la verdad, Él es la verdad. No es solo quien nos da vida, Él es la vida misma. Conocerlo a Él es conocer al Padre, experimentar Su amor y Su propósito, incluso cuando no comprendemos el panorama completo. Él no nos promete un sendero fácil, pero sí su presencia constante y fiel.
Que esta Palabra nos recuerde que no estamos solos en el camino. Aunque la ruta se torne oscura o incierta, podemos caminar con la certeza de que Aquel que venció la muerte camina con nosotros. Él no solo nos muestra el rumbo, sino que es la certeza de que llegaremos a destino. En cada paso, aunque tropecemos, su mano está extendida. Hoy, más que buscar respuestas, que nuestro corazón anhele más de Su presencia.
Señor Jesús, gracias porque en medio de mi confusión y temor, Tú sigues siendo el camino, la verdad y la vida. Perdóname cuando dudo y olvido que Tu presencia es suficiente. Enséñame a conocerte más profundamente, a descansar en Ti, y a confiar que en cada paso estás guiando mi vida con propósito y amor. Que no busque más señales, sino que me aferre a Ti con fe. En Tu nombre, amén.