Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la ti
MATEO 28:18-20
18 Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 Vayan, pues, y hagan discípulosde todas las naciones, bautizándolosen el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
20 enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedestodos los días, hasta el fin del mundo».
En medio de un mundo que constantemente cambia y se llena de incertidumbre, estas palabras de Jesús resuenan como una ancla firme para nuestra fe: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. Estas no son palabras vacías, sino la declaración de Aquel que venció la muerte y fue exaltado por el Padre. En el contexto histórico, estas palabras fueron pronunciadas después de la resurrección, cuando Jesús se apareció a sus discípulos en Galilea, un pequeño monte que se convirtió en el epicentro de una misión que alcanzaría todas las generaciones. Allí, un grupo de hombres comunes fue transformado en embajadores del Reino, no por sus capacidades, sino por la autoridad del Maestro que los enviaba. Hoy, cuando el mundo entero se conmueve por la partida del Papa Francisco, estas palabras cobran una resonancia especial. Él, como Pedro en su tiempo, fue un pastor que tomó esa misma misión en sus manos: anunciar, enseñar, bautizar, amar. Su vida fue testimonio de una entrega sencilla pero firme, que incomodó a los poderosos y consoló a los olvidados.
No importa cuán grandes sean las pérdidas que enfrentemos. La misión de hacer discípulos no se limita a enseñar doctrina; implica acompañar, amar, corregir y guiar en el camino de la vida. Es un llamado personal que sigue vigente hoy. Jesús no solo les dio una tarea, sino también una promesa: “Yo estoy con ustedes todos los días”. Esta afirmación trasciende el tiempo y las circunstancias. En medio del trabajo, en la enfermedad, en los momentos de pérdida o alegría, Él está. No se trata de una presencia simbólica, sino real, viva, activa, que sostiene, consuela y dirige. Nos toca seguir haciendo discípulos, seguir sembrando esperanza, seguir amando como él nos enseñó.
Quizás hoy te sientes pequeño ante los desafíos de la vida, o te preguntas si estás cumpliendo con tu propósito. Recuerda que no estás solo. Como aquellos discípulos en Galilea, tú también has sido llamado, y Aquel que tiene toda autoridad ha prometido caminar contigo hasta el fin del mundo. No necesitas tener todas las respuestas; necesitas confiar en quien las tiene. Ve, vive, ama, enseña… y sobre todo, recuerda: Él está contigo.
Señor Jesús, gracias por confiarme tu misión y por prometer estar a mi lado cada día. A veces dudo, me siento débil o incapaz, pero hoy me aferro a tu autoridad y a tu presencia. Enséñame a ser luz, a compartir tu amor, y a guiar con paciencia a otros en tu camino. Que nunca olvide que no camino solo, porque Tú vas conmigo. Amén.