ABRIL 26

LA PALABRA DE DIOS

Dios no hace acepción de personas

HECHOS 10:34-36


34 Entonces Pedro tomó la palabra, y dijo: Ciertamente ahora entiendo que Dios no hace acepción de personas,


35 sino que en toda nación el que le teme y hace lo justo, le es acepto.


36 El mensaje que Él envió al pueblo de Israel, predicando paz por medio de Jesucristo, que Él es Señor de todos. 

REFLEXIÓN

En tiempos del apóstol Pedro, el pueblo de Israel vivía convencido de ser el único receptor de las promesas divinas. Era difícil imaginar que la gracia de Dios pudiera extenderse más allá de sus propias fronteras culturales y religiosas. Sin embargo, en un momento crucial, Pedro, guiado por el Espíritu Santo, reconoció una verdad que rompió paradigmas: “Dios no hace acepción de personas.”Esta declaración fue revolucionaria en su contexto histórico, abriendo la puerta de la salvación a todo ser humano, sin importar su nación o condición. El Evangelio, predicado primero a Israel, ahora resonaba como un canto de paz y esperanza para toda la humanidad a través de Jesucristo, el Señor de todos.


Hoy, este mensaje sigue siendo profundamente vigente. En un mundo dividido por razas, lenguas, y clases sociales, Dios nos recuerda que su amor trasciende toda barrera. No importa nuestra procedencia, nuestro pasado o nuestros errores: si le tememos reverentemente y procuramos hacer el bien, somos agradables ante sus ojos. ¡Qué consuelo saber que no debemos ganar la aceptación de Dios por medio de méritos humanos, sino que su gracia se ofrece generosamente a quienes buscan su rostro con sinceridad! La paz que predica Jesús no es para unos pocos privilegiados, sino para todo aquel que quiera recibirla.


Que este día podamos abrir también nuestro corazón, así como Pedro abrió su entendimiento, para no excluir a nadie del amor que hemos recibido. Seamos portadores de este mensaje de inclusión divina, proclamando con nuestras palabras y actos que Cristo es el Señor de todos, y que su paz está disponible para cada persona que desee abrazarla.


Señor amado, gracias porque no haces acepción de personas. Gracias por extender tu amor, tu paz y tu salvación a todos los que te buscan, sin importar su nación o condición. Abre mi corazón para amar como Tú amas, para aceptar como Tú aceptas, y para predicar la paz de Cristo a quienes aún no la conocen. Ayúdame a ver a cada ser humano como Tú lo ves: valioso, digno de amor y llamado a la vida eterna. En el nombre de Jesús, nuestro Señor de todos, amén.